domingo, octubre 22, 2006

en El mono desnudo de Desmond Morris

Hay ciento noventa y tres especies vivientes de simios y monos. Ciento noventa y dos de ellas están cubiertas de pelo. La excepción la constituye un mono desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de Homo sapiens. Esta rara y floreciente especie pasa una gran parte de su tiempo estudiando sus más altas motivaciones, y una cantidad de tiempo igual ignorando concienzuda- mente las fundamentales. Se muestra orgulloso de poseer el mayor cerebro de todos los primates, pero procura ocultar la circunstancia de que tiene también el mayor pene, y prefiere atribuir injustamente este honor al vigoroso gorila. Es un mono muy parlanchín, sumamente curioso y multitudinario, y ya es hora de que estudiemos su comportamiento básico.

Yo soy zoólogo, y el mono desnudo es un animal. Por consiguiente, éste es tema adecuado para mi pluma, y me niego a seguir eludiendo su examen por el simple motivo de que algunas de sus normas de comportamiento son bastante complejas y difíciles. Sírvame de excusa el hecho de que, a pesar de su gran erudición, el Homo sapiens sigue siendo un mono desnudo; al adquirir nuevos y elevados móviles, no perdió ninguno de los más viejos y prosaicos. Esto es, frecuentemente, motivo de disgusto para él; pero sus viejos impulsos le han acompañado durante millones de años, mientras que los nuevos le acompañan desde hace unos milenios como máximo... y no es fácil sacudirse rápidamente de encima la herencia genética acumulada durante todo su pasado evolutivo. Si quisiera enfrentarse con este hecho, sería un animal mucho más complejo y tendría menos preocupaciones. Tal vez en esto pueda ayudarle el zoólogo.

lunes, octubre 09, 2006

en Baudolino, de Umberto Eco

Luego los invitó a que se aco- modaran en una corona de once cojines que había hecho disponer a cinco pasos del trono, hizo que les ofrecieran burq con ciertas rosquillas dulces con un sabor algo rancio y dijo que estaba ansioso de saber por su boca, ellos que habían visitado el fabuloso Occidente, si de verdad existían acullá todas las maravillas de las que había leído en tantos y tantos libros que había tenido entre manos. Preguntó si realmente existía una tierra llamada Enotria, donde crece el árbol de donde mana la bebida que Jesús transformó en su propia sangre. Si de verdad acullá el pan no estaba aplastado y no tenía un grosor de medio dedo, sino que se inflaba milagrosamente cada mañana al canto del gallo, en forma de fruto blando y muelle bajo una corteza dorada. Si era verdad que acullá se veían iglesias construidas fuera de la roca; si el palacio del gran Preste de Roma tenía techos y vigas de madera perfumada de la legendaria ínsula de Chipre. Si ese palacio tenía puertas de piedra azul mezcladas con cuernos de la serpiente ceraste que impiden a quien pasa que introduzca veneno, y ventanas de una piedra tal que la luz pasaba a través de ella. Si en aquella misma ciudad había una gran construcción circular donde ahora los cristianos se comían a los leones y en cuya bóveda aparecían dos imitaciones perfectas del sol y la luna, del tamaño que efectivamente tienen, que recorrían su arco celeste, entre pájaros hechos por manos humanas que cantaban melodías dulcísimas. Si bajo el suelo, también él de piedra transparente, nadaban peces de piedra de las amazonas que se movían solos. Si era verdad que se llegaba a la construcción por una escalera donde, en la base de un determinado escalón había un agujero desde donde se veía pasar todo lo que sucede en el universo, todos los monstruos de las profundidades marinas, el alba y la tarde, las muchedumbres que viven en la Última Thule, una telaraña de hilos del color de la luna en el centro de una negra pirámide, los copos de una sustancia blanca y fría que caen del cielo sobre el África Tórrida en el mes de agosto, todos los desiertos de este universo, cada letra de cada hoja de cada libro, ponientes sobre el Sambatyón que parecían reflejar el color de una rosa, el tabernáculo del mundo entre dos placas relucientes que lo multiplican sin fin, extensiones de agua como lagos sin orillas, toros, tempestades, todas las hormigas que hay en la tierra, una esfera que reproduce el movimiento de las estrellas, el secreto latir del propio corazón y de las propias vísceras, y el rostro de cada uno de nosotros cuando nos transfigure la muerte...


-¿Pero quién les cuenta estas patrañas a esta gente? -se preguntaba escandalizado el Poeta, mientras Baudolino intentaba contestar con prudencia, diciendo que las maravillas del lejano Occidente eran sin duda muchas, aunque a veces la fama, que trasvuela agigantando valles y montañas, ama amplificarlas.

sábado, octubre 07, 2006

en Uno y el Universo, de Ernesto Sábato

SIMPLICIDAD DE LA MATEMÁTICA.

Existe una opinión muy generalizada según la cual la matemática es la ciencia más difícil cuando en realidad es la más simple de todas. La causa de esta paradoja reside en el hecho de que, precisamente por su simplicidad, los razonamientos matemáticos equivocados quedan a la vista. En una compleja cuestión de política o arte, hay tantos factores en juego y tantos desconocidos o inaparentes, que es muy difícil distinguir lo verdadero de lo falso. El resultado es que cualquier tonto se cree en condiciones de discutir sobre política y arte —y en verdad lo hace— mientras que mira la matemática desde una respetuosa distancia.
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Incluí esta cita en un comment que dejé en Homoeconómicus, acerca de si la Economía es o no es una ciencia. Pippo me halaga incluyendo ese comment como post en su interesantísimo blog.

del poema Los enemigos, de Pablo Neruda, leído ayer por Daniel Fanego ante la multitud reunida en Plaza de Mayo

Para los que de sangre salpicaron la patria,
Pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte,
Pido castigo,
Para el traidor que ascendió sobre el crimen,
Pido castigo.

Para el que dio la orden de agonía,
Pido castigo.
Para los que defendieron este crimen,
Pido castigo.

No quiero que me den la mano
Empapada con nuestra sangre.
Pido castigo.

No los quiero de embajadores,
Tampoco en su casa tranquilos,
los quiero ver juzgados,
En esta plaza, en este sitio,
Quiero castigo.

viernes, septiembre 29, 2006

en Los dragones del edén de Carl Sagan

Un mejor conocimiento del cerebro puede influir también algún día en cuestiones sociales tan delicadas como son la definición de la muerte y la aceptabilidad del aborto. Por regla general, en los países de Occidente priva el criterio ético de que, si las circunstan­cias lo justifican, es permisible dar muerte a primates distintos del hombre y, con mayor motivo, a otros mamíferos. Sin embargo, un individuo no puede, en las mismas circunstancias, matar a otro ser humano. De ello se infiere que la diferencia entre una y otra actitud se explica por las cualidades específicamente humanas del cerebro. De la misma manera, cuando funcionan partes sustancia­les del neocórtex, debe considerarse que el paciente en estado de coma está ciertamente vivo en un sentido humano, a pesar del grave deterioro de otras funciones físicas y neurológicas. Por el contrario, un paciente vivo pero que no presente indicios de activi­dad neocortical (ni siquiera la que se da durante el sueño) debe conceptuarse, en un sentido humano, como muerto. En muchos de estos casos el neocórtex ha dejado fatalmente de funcionar, mien­tras que el sistema límbico, el complejo R y los componentes cere­brales inferiores siguen operantes, a la par que funciones básicas como la respiración y la circulación sanguínea no se ven afectadas. En mi opinión hace falta profundizar más en el conocimiento de la fisiología del cerebro humano antes de poder dar una definición genérica y bien fundamentada de la muerte, pero lo más probable es que la senda que conduce a esta definición nos lleve a contrapo­ner el neocórtex a los restantes componentes del cerebro.


Ideas similares podrían ayudar a resolver el apasionado debate sobre el aborto surgido en los Estados Unidos mediado el actual decenio, una controversia en extremo vehemente caracterizada por el rechazo rotundo de los puntos de vista de la otra parte. Por un lado están los que sostienen el derecho innato de la mujer al «con­trol de su propio cuerpo», lo cual incluye, según los que defienden esta tesis, el poder provocar la muerte del feto en base a diversos motivos, entre los que destacan la aversión psicológica a engen­drar un hijo y la falta de medios para educarlo. En el otro extremo están los que defienden la idea del «derecho a la vida», la aserción de que la muerte de un simple cigoto, de un óvulo fertilizado antes de la primera etapa embrionaria, equivale a un asesinato, por cuan­to el cigoto lleva en sí la capacidad de dar vida a un ser humano. Soy perfectamente consciente de que en un tema en el que concurren sentimientos tan apasionados toda solución que se proponga no satisfará a ninguna de las dos partes, y en ocasiones el corazón y la mente nos llevan a diferentes conclusiones. Sin embargo, reto­mando algunas ideas avanzadas en capítulos anteriores de este libro, quisiera ofrecer aunque sólo fuera una tentativa de compromiso razonable.


En indiscutible que legalizando el aborto se evita el drama y la carnicería a que conduce muchas veces el aborto clandestino reali­zado por manos incompetentes, y que en una civilización cuya supervivencia se ve amenazada por el espectro de un crecimiento demográfico sin control alguno, el aborto médico puede redundar en beneficio de la sociedad. Por otro lado, el infanticidio a secas resuelve de golpe ambos problemas y de hecho se ha empleado de manera generalizada en el seno de numerosas comunidades huma­nas, entre ellas determinados sectores sociales de la antigua Grecia, país que suele considerarse como la cuna de nuestra cultura. En la actualidad sigue practicándose en gran medida; en muchas partes del mundo uno de cada cuatro recién nacidos no vive más allá de un año. Sin embargo, y con arreglo a las leyes que rigen en la sociedad occidental, no cabe la menor duda de que el infanticidio constituye un asesinato. Teniendo en cuenta que un sietemesino, es decir, un niño nacido prematuramente en el séptimo mes del emba­razo, no se diferencia en nada fundamental del feto que lleva siete meses en el útero, me parece lógico concluir que el aborto, por lo menos en los últimos tres meses, ronda el asesinato. Las objecio­nes de que el feto durante el tercer trimestre todavía no respira me parecen un tanto equívocas, y, así, cabría preguntarse si es permi­sible cometer infanticidio inmediatamente después de que la criatu­ra haya nacido, cuando todavía no se ha cortado el cordón umbi­lical ni el niño ha aspirado la primera bocanada de aire. En una línea discursiva similar, si yo no estoy psicológicamente preparado para convivir con un extraño, por ejemplo, en un cuartel o en una residencia universitaria, no por ello tengo derecho a darle muerte, y, de la misma manera, la irritación que pueda producirme el destino que se da al dinero que pago en concepto de impuestos no debe llevarme al extremo de exterminar a los recipendiarios de los mismos. Con frecuencia suele entremezclarse en estos debates la cuestión de las libertades civiles. ¿Por qué se me han de imponer las convicciones de otros sobre esta cuestión?, se preguntan algu­nos. Con todo, aquellos que personalmente no suscriben el concep­to convencional de asesinato, se ven constreñidos por la sociedad a someterse a lo dispuesto en el código penal.


En el polo opuesto de la discusión, la frase «derecho a la vida» constituye un ejemplo claro de expresión altisonante concebida para impresionar más que para aclarar las cosas. Ni hoy ni nunca ha existido en ningún país de la tierra el derecho a la vida (tal vez haya alguna excepción, como los jainís de la India). Criamos ani­males domésticos para luego darles muerte, destruimos los bosques, contaminamos ríos y lagos hasta causar la muerte de toda la fauna piscícola, cazamos venados por deporte, leopardos por la piel y ballenas para preparar comida para los perros, atrapamos a los delfines, boqueantes y semiasfixiados, con grandes redes del tipo utilizado para la pesca del atún, y sentenciamos a muerte a los perros cachorros para «equilibrar la población». Todos estos ani­males y vegetales están tan vivos como nosotros. Lo que muchas sociedades humanas protegen no es la vida, sino la vida del hom­bre, y aun así desencadenamos guerras con medios «modernos» que causan estragos en la población civil y que suponen un tributo tan escandaloso que muchos de nosotros ni siquiera nos atrevemos a entrar en su consideración. A menudo se intenta justificar este genocidio acudiendo a una redefinición racista o nacionalista de nuestros oponentes que no les reconoce siquiera la condición de hombres.


Debo decir, también, que el argumento acerca de la capacidad del cigoto para dar vida a un ser humano me parece sumamente endeble. En circunstancias propias cualquier óvulo o esperma tiene este mismo potencial. Con todo, ni la masturbación ni las polucio­nes nocturnas del varón suelen conceptuarse como actos antinatu­rales merecedores de una condena por asesinato. Una sola eyacula-ción contiene suficiente número de espermatozoos para generar centenares de millones de seres humanos. Por si esto fuera poco, es posible que en un futuro no muy lejano podamos dar vida a un ser humano a partir de una simple célula tomada prácticamente de cualquier parte del cuerpo del donante. Si ello es así, cualquier célula del organismo debidamente preservada hasta el momento en que la gestación extracorpórea se lleva a la práctica con garantías puede llegar a convertirse en un ser vivo. Por lo demás, ¿cometo un genocidio si me pincho un dedo y vierto una gota de sangre? Como puede observarse, se trata de cuestiones muy complejas. Asimismo, me parece evidente que la solución debe entrañar un compromiso entre un número de valores muy preciados pero anta­gónicos. La cuestión clave del dilema radica en poder determinar en qué momento el feto puede considerarse un ser humano, dilema que a su vez depende de lo que se entienda por humano. Desde luego, no el hecho de tener una configuración humana, porque una masa de material orgánico que se asemejara a un hombre pero que fuera elaborada con tal fin no podría considerarse propiamen­te humana. Asimismo, un hipotético ser extraterrestre dotado de inteligencia que no se asemejara a nosotros pero que poseyera unas cualidades éticas, intelectuales y artísticas superiores a las del hom­bre debería entrar en nuestro cuadro de prohibiciones contra el asesinato. Lo que acredita nuestra condición humana no es lo que parecemos, sino lo que somos. La razón por la que prohibimos dar muerte a otro ser humano debe sustentarse en alguna cualidad peculiar del hombre, cualidad a la que conferimos especial valor y que pocos o ningún otro organismo de la Tierra posee. Es induda­ble que la humanidad de un ser no viene determinada por el hecho de que sea capaz de sentir dolor o emociones intensas, ya que entonces deberíamos extender este criterio a los animales a los que damos muerte gratuitamente.


Creo que la cualidad humana básica no puede ser otra que nuestra inteligencia. Si lo consideramos así, la inapelable inviolabi­lidad de la vida humana puede identificarse con la evolución y la presencia del neocórtex. No podemos exigir que se trate de una evolución plena porque ésta no se produce hasta muchos años después del nacimiento, pero tal vez podríamos determinar que el tránsito a la fase humana acaece en el momento en que se inicia la actividad neocortical tal como viene registrada por la electroence-falografía del feto. La observación de algunas funciones biológicas muy simples nos ofrece indicativos del momento en que el cerebro cobra un carácter específicamente humano (véase la figura de la página siguiente). Hasta la fecha se ha investigado muy poco dicha cuestión, y estoy convencido de que los estudios en este terreno desempeñarían un papel determinante en la consecución de un compromiso aceptable que zanjara los debates sobre el aborto. Indudablemente, habría diferencias de un feto a otro en cuanto al momento de iniciación de las primeras señales electroencefalográfi-cas del neocórtex, y todo intento de formular una definición legal del momento en que comienza la vida propiamente humana debe­ría adoptar una pauta de prudencia, es decir, en favor del feto menos desarrollado capaz de exhibir tal actividad. Tal vez el mo­mento de transición habría que fijarlo hacia el término del primer trimestre o próximo al inicio del segundo trimestre del embarazo. (Estamos hablando aquí de lo que, en una sociedad de seres racio­nales, debiera estar prohibido por la ley. O sea, que todo aquel que piense que el aborto de un feto menos desarrollado que el pro­puesto como base constituye un asesinato, no tiene por qué verse obligado a llevar a cabo ni aceptar el aborto en cuestión.)


Pero una aplicación consecuente de las ideas expuestas ha de rehuir todo intento de chovinismo humano. Si existen otros orga­nismos cuya inteligencia, aunque de grado inferior, corresponda a la de un ser humano completamente desarrollado, habría que ofre­cerles por lo menos la misma protección contra el asesinato que deseamos hacer extensiva al ser humano ya en los comienzos de su vida uterina. Por todo ello, habida cuenta de que existen cuando menos pruebas suficientes que abonan la creencia de que los delfi­nes, ballenas y simios de toda especie son criaturas inteligentes, estimo que toda postura moral sobre el aborto que sea un poco con­sistente ha de contener severas disposiciones contra, por lo menos, la matanza injustificada de estos animales. Pero creo que la clave última de la solución a la controversia sobre el aborto debe dárnos­la la investigación de la actividad neocortical del feto.

domingo, septiembre 24, 2006

en The left hand of darkness de Ursula K. Le Guin

Tormer's Lay

Light is the left hand of darkness
and darkness the right hand of light.
Two are one, life and death, lying
together like lovers in kemmer,
like hands joined together,
like the end and the way.

en Voces de un mundo distante de Arthur C. Clarke

Ciento cincuenta años antes del fin, un grupo de físicos del satélite de investigaciones de ingravidez Lagrange-1 anunció que había hallado la prueba; existían razones fundamentales por las cuales jamás se podría liberar la colosal energía del superespacio. A nadie le interesaba el aseo de ese oscuro rincón de la ciencia.

Un año más tarde, Lagrange-1 carraspeó: habían encontrado un error en la demostración. Algo que en el pasado había sucedido más de una vez, pero jamás con consecuencias de tanta magnitud.

Un signo menos se había convertido por accidente en un más.

Ahí cambió la historia del mundo. El camino a las estrellas quedó expedito... cinco minutos antes de la medianoche.

martes, septiembre 19, 2006

en Botánica del caos de Ana María Shua

Aviso clasificado: maremoto busca profeta.

domingo, septiembre 17, 2006

en Pattern Recognition de William Gibson

"You see it now, you cannot imagine. Once Victor Tsoi sang here, in this room. People had time, in those days. The system was collapsing under its own weight, but everyone had a job, often a pointless one, very badly paid, but one could eat. People valued friendships, talked endlessly, ate and drank. For many people it was like the life of a student. A life of the spirit. Now we say that everything Lenin taught us of communism was false, and everything he taught us of capitalism, true."

martes, septiembre 05, 2006

en Contact de Carl Sagan

"What do I think of `the world population crisis'?" Ellie was saying. "You mean am I for it or against it? You think this is a key question I'm going to be asked on Vega, and you want to make sure I give the right answer? Okay. Overpopulation is why I'm in favor of homosexuality and a celibate clergy. A celibate clergy is an especially good idea, because it tends to suppress any hereditary propensity toward fanaticism."

sábado, junio 10, 2006

(III) en Si todos los hombres fueran hermanos ¿dejarías que alguno se casara con tu hermana?, de Theodore Sturgeon

Publicado en Visiones Peligrosas de Harlan Ellison

—¡Demonios, vaya si lo estoy haciendo! —dijo Vorhidin, parodiando el estilo de Charli, e hizo una mueca rápida, muy cómica y muy exacta, imitando su luminosa sonrisa—. Y ahora ha llegado el momento de retomar algunos hechos que mencioné anteriormente, las cosas que pueden herirte mucho más que la ignorancia: las cosas que tú sabes que no son así. —De pronto se rió—. Eso es bastante cómico, ¿sabes? He estado en un montón de mundos, algunos de ellos a kilómetros y años de distancia unos de otros en miles de pormenores; sin embargo, esto que estoy a punto de demostrarte, en particular esta conversación de «cierra-los-ojos», «cierra-la-mente», puedes encontrarla en cualquier lugar adonde vayas. ¿Estás listo? Dime entonces: ¿qué tiene de malo el incesto? Retiro lo dicho...; tú me conoces. No me lo digas a mí. Díselo a un extraño, a un drogadicto o a un dipsomaniaco que encuentras en el bar de un espaciopuerto. —Separó las manos, colocó los dedos de tal manera que uno casi podía ver brillar el cristal del imaginario vaso que sostenía, y dijo con voz pastosa—: Dígame, eshtranjero, ¿qué..., qué hay de malo asherca de..., del inshesto, eh?
Cerró uno de los ojos y volvió el otro en dirección a Charli.
Charli se detuvo a pensarlo.
—¿Quieres decir moralmente, o qué?
—No, vamos a prescindir de esa parte. Correcto o incorrecto dependen de demasiadas cosas que varían de un lugar a otro, aunque yo tengo algunas teorías al respecto. No, nos quedaremos sentados en este bar y vamos a aceptar que el incesto es simplemente algo terrible, y partamos de ese punto. ¿Qué es lo realmente malo de él?
—Te unes a parientes demasiado próximos y obtienes descendencia defectuosa. Idiotas, niños sin cabeza y todo eso.
—¡Ya lo sabía! ¡Lo sabía! —cantó victorioso el vexveltiano—. ¿No es maravilloso? Desde las profundidades rocosas de una cultura de la Edad de Piedra, pasando por los brocados y los pantalones hasta la rodilla de las grandes civilizaciones operísticas, hasta las tecnocracias computarizadas, donde injertan electrodos en la cabeza y derivan los pensamientos en una caja..., haces esa pregunta y obtienes esa respuesta. Es algo que todo el mundo simplemente sabe, y por lo tanto no es necesario buscar una evidencia.
—¿Y adonde quieres ir a buscar evidencias?
—A la hora de la comida, donde se pueda ingerir cerdo idiota o vacas débiles mentales. Cualquier criador de ganado te lo dirá; una vez que obtienes una raza que quieres conservar y desarrollar, apareas los padres con las hijas y las nietas, y luego hermanos con hermanas. Y continúas así indefinidamente hasta que el rasgo deseable se transforma en recesivo, y entonces te detienes allí. Pero puede darse el caso de que nunca llegue a ser recesivo. De cualquier manera, es algo sumamente raro que algo ande mal en la primera generación; pero aquí, en el bar, estás plenamente convencido de que es así. Y estás preparado para decir que cada retrasado mental es el producto de una relación incestuosa. Es mejor que no lo hagas, porque herirías los sentimientos de algunas personas bastante simpáticas. Ésa es una tragedia que puede suceder a cualquiera, y dudo que haya más posibilidades entre progenitores emparentados entre sí que las que hay en los otros casos.
»Pero todavía no adviertes lo más gracioso..., o quizás es la parte más extraña de eso que tú simplemente sabes que no es así. El sexo es un tema bastante popular en la mayoría de los mundos. Casi todos los aspectos que habitualmente se mencionan no tienen nada que ver con la procreación. Por cada mención al embarazo o al nacimiento, yo diría que hay cientos que tratan solamente del acto sexual en sí. Pero refiérete al incesto, y la respuesta siempre se centra en la descendencia. ¡Siempre! Para considerar y analizar una relación amorosa o de placer entre parientes consanguíneos, aparentemente hay que hacer algún tipo de esfuerzo mental que nadie, en ninguna parte, parece capaz de cumplir con facilidad...; y algunos son absolutamente incapaces.
—Tengo que admitir que nunca se me ocurrió. Pero entonces, ¿qué está mal en el incesto, con o sin embarazo?
—Aparte de las consideraciones morales, quieres decir... La primera consideración moral es que es un concepto horrendo, porque siempre ha sido horrendo. Biológicamente hablando, diría que no hay nada malo en el incesto. Iría incluso un poco más allá, siguiendo al doctor Phelvelt... ¿Has oído hablar de él?
—No lo creo.
—Era un biólogo teórico que consiguió que prohibieran sus libros en mundos donde antes no se había censurado nada..., incluso en mundos donde la ciencia y la libertad de palabra son piedras fundamentales del total de su estructura. Sea como fuere, Phelvelt tenía un tipo de mente muy especial, siempre dispuesto a encarar el siguiente paso, no importa a donde lo llevara, sin admitir que hay ocasiones en que no hay ningún lugar. Pensaba bien, escribía bien y tenía una considerable cantidad de conocimientos aparte de los de su especialidad, y un verdadero arte para desenterrar los que no conocía. Él denominó a esa tensión sexual entre parientes consanguíneos un «factor de supervivencia».
—¿Cómo llegó a eso?
—Mediante una serie de senderos separados que luego se unieron en un mismo lugar. Todo el mundo sabe que hay presiones evolutivas que producen mutaciones en las especies. No se había escrito mucho (antes de Phelvelt) acerca de las fuerzas estabilizado-ras. Pero ¿no te das cuenta de que la cría de razas puras es una de ellas?
—No; así a primera vista no lo entiendo.
—¡Pues entiéndelo, hombre! Toma a un animal como ejemplo. El toro cubre a sus vacas; cuando paren terneras y las terneras crecen, las cubre también. A veces llega a una tercera o incluso una cuarta generación antes de ser desplazado por un toro más joven. Y en el curso de ese tiempo las características de la manada se han purificado y reforzado. No es fácil que nazcan animales con leves diferencias de metabolismo que los induzcan a alejarse de los campos de pastoreo que los demás utilizan. Nunca vas a encontrar vacas con cuartos traseros tan altos que el toro necesite llevar algo en qué subirse en el momento del galanteo. —Después de la carcajada de Charli continuó—: Y ahí lo tienes: estabilización, purificación, mayor valor de supervivencia..., todo como resultado de la presión involutiva, de criar sin mezclar la raza.
—Comprendo, comprendo. Y lo mismo sería aplicable a los leones, los peces, las ranas arbóreas, o...
—O a cualquier animal. Se han dicho muchas cosas acerca de la naturaleza: que es implacable, cruel, despilfarradora, etcétera. Yo prefiero pensar que es... razonable. Admito que a veces llega a ese estado en forma cruel, y otras, demasiado pródigamente. Pero sin duda encara las cosas con una solución pragmática, que es la única que funciona. Me parece razonable proveer de una presión que tienda a estandarizar y purificar un estado exitoso, y reclamar el exógeno, la infusión de sangre nueva, solamente una vez en varias generaciones...
—Es bastante más de lo que siempre hemos hecho nosotros —contestó Charli—, si lo miras de ese modo. Cada generación es un nuevo exógeno que mantiene la sangre en continua agitación, cada organismo está lleno de presiones que no han tenido ni la más mínima posibilidad contra el medio ambiente.
—Supongo que puedes argumentar que el tabú del incesto es el responsable de la inquietud y el desasosiego que llevaron a la humanidad a salir de las cavernas, pero eso es algo demasiado simple para mi gusto. Hubiera preferido una humanidad que se moviera un poco más lentamente, con más seguridad, y nunca volviera atrás. Pienso que la exogamia ritual, que convirtió la procreación involutiva (o entre parientes consanguíneos) en un delito y a «la hermana de la difunta esposa» en una ley contra el incesto, es la responsable de otro tipo de inquietud.
De pronto se puso muy serio.
—Existe una teoría según la cual debe permitirse que ciertos esquemas de hábito normales sigan su curso. Tomemos el reflejo de succión, por ejemplo. Se ha dicho que los niños que han sido destetados tempranamente generan actividades orales que los hostigan durante toda la vida: mastican pajitas, fuman, prefieren beber directamente de la botella, se manosean nerviosamente los labios, etcétera. Tomando esto como analogía, volvamos a examinar las inquietudes de la humanidad a lo largo de la historia. ¿Quién sino un hato de frustrados que nunca en su vida permitieron todas las formas del amor dentro de la familia pudo acuñar un concepto tal como el de «madre patria» y consagrarle e inmolarle sus vidas? Ahí se advierte una gran necesidad de amar al padre, pero también de derribarlo. ¿Acaso la humanidad no ha enaltecido a sus bienamados padres, a sus hermanos mayores, no los ha amado, venerado y muerto por ellos, no se ha rebelado, los ha matado y reemplazado? Muchos de ellos se lo merecían, lo concedo, pero hubiera sido mejor que los otros hubieran ascendido por sus propios méritos y no porque los arrastraba una marea profunda, absolutamente sexual, de la cual no podían hablar porque les habían enseñado que era algo inmencionable.»Ese mismo tipo de corrientes circula dentro de la unidad familiar. La llamada rivalidad entre hermanos es demasiado conocida para describirla, y la frecuencia de amargas rencillas entre hermanos constituye una especie de cliché en la mayoría de las culturas y en su literatura. Sólo muy pocos psicólogos se atrevieron a postular la explicación más obvia, es decir que con enorme frecuencia esos antagonismos son confusos sentimientos amorosos, bien condimentados con horror y culpabilidad. Este esquema demuestra con certeza la causa de los conflictos entre hermanos, y es un problema que una vez expuesto ofrece su propia solución...

(II) en Si todos los hombres fueran hermanos ¿dejarías que alguno se casara con tu hermana?, de Theodore Sturgeon

Publicado en Visiones Peligrosas de Harlan Ellison

La síntesis de medio centenar de conversaciones es la siguiente:
—En la antigüedad —dijo Vorhidin— un desconocido escribió: «Lo que no sabes no es lo que te hiere, sino lo que sabes que no es así». Contéstame algunas preguntas. No te detengas a pensar. (Eso es tonto. Nadie fuera de Vexvelt se detiene a pensar en el incesto. Hablan mucho, así, y muy rápido, pero no piensan.) Yo preguntaré y tú responderás. ¿En cuántas especies bisexuales, pájaros, animales, peces e insectos incluidos, se advierten indicios del tabú del incesto?
—Realmente no puedo decirlo. No recuerdo haber leído nada al respecto, pero además, ¿quién va a escribir sobre ese asunto? Yo diría que unos pocos. Eso sería sólo natural.
—Estás equivocado. Doblemente equivocado, a decir verdad. El Homo sapiens tiene la exclusividad, Charli...; a todo lo largo y ancho del universo sólo la humanidad tiene el tabú del incesto. Segundo error: no sería natural, no lo fue, no lo es y no lo será nunca.
—Es sólo una cuestión de términos, ¿no es así? Yo lo llamaría natural. Quiero decir que es parte de la naturaleza humana. No es necesario aprenderlo.
—Ahí está el error. Tiene que ser aprendido. Estoy en condiciones de documentarlo, pero eso puede esperar; más tarde consultaremos la biblioteca. Por el momento acepta mi argumento.
—Sólo por el momento.
—Gracias. ¿Qué porcentaje de gente crees que se siente atraída sexualmente por sus hermanos o hermanas?
—¿A qué edad te estás refiriendo?
—No interesa.
—Los impulsos sexuales no se manifiestan hasta una determinada edad, ¿no es así?
—¿Es así? ¿Y cuál dirías que es la edad promedio?
—Oh..., depende del indivi... Pero has dicho «promedio», ¿no? Digamos alrededor de los ocho. Nueve quizá.
—Falso. Espera a tener hijos y lo comprobarás. Yo diría que a los dos o tres minutos. Apostaría a que también existen bastante antes de eso.
—¡No lo creo!
—Ya sé que no lo crees —contestó Vorhidin—. De todos modos es verdad. ¿Y qué me dices acerca del progenitor de sexo opuesto?
—Bueno, eso debería darse en una etapa de la conciencia capaz de captar la diferencia.
—Bien..., ahora no estás tan equivocado como de costumbre —dijo en tono bondadoso—, pero te asombraría saber lo temprano que suele suceder. Pueden oler la diferencia mucho antes que verla. Unos pocos días, tal vez una semana.
—No lo sabía.
—No lo dudo ni por un momento. Ahora, vamos a olvidarnos de todo lo que has visto aquí. Vamos a suponer que estás de vuelta en Leteo y yo te pregunto: ¿cuáles serían los efectos en una cultura si cada individuo tuviera una inmediata y aceptable relación sexual con todos los demás?
—¿Relación sexual? —Charli emitió una risita nerviosa—. Exceso sexual lo llamaría yo.
—No hay nada de eso —dijo llanamente el hombretón—. Teniendo en cuenta quién seas y cuál es tu sexo, puedes hacerlo hasta que no puedas más o puedes seguir hasta que por último no suceda nada. Un hombre puede pasarlo muy bien con un desahogo sexual moderado dos veces al mes, o menos. Otro podría recurrir normalmente a él ocho o nueve veces al día.
—Yo no llamaría normal a eso.
—Yo sí. Insólito quizá, pero ciento por ciento normal para el tipo que lo hace, siempre que no sea patológico. Lo que quiero decir es que capacidad es capacidad, ya sea para el contenido de una taza, para un caballo de fuerza o para la altura límite de un avión. Hombre o máquina, no los dañarás si te mantienes dentro de los parámetros para los que fueron diseñados. Lo que sí causa daños, y algunos de la peor especie, es la culpa y el sentimiento de pecado, en los casos en que el pecado no es más que una suerte de apetito natural. He leído historias verídicas de muchachos que se suicidaron a causa de una polución nocturna, o porque sucumbieron a la tentación de masturbarse después de cinco o seis semanas de abstinencia..., algo que por supuesto les preocupaba, manteniéndolos absolutamente obsesionados por lo que no debería tener mayor importancia que aclararse la garganta. Me gustaría poder decir que este tipo de cuento de horror sólo existe en los viejos libros, pero en muchos mundos, incluso en este mismo momento, aún está sucediendo.
»La culpa y el pecado resultan más fáciles de comprender para alguna gente si la sacas de la esfera del sexo. Existen algunas ortodoxias religiosas que requieren una dieta específica, con absoluta exclusión de algunos productos. Dado un suficiente adoctrinamiento por un tiempo adecuado, puedes mantener a un hombre comiendo (pongámosle un nombre arbitrario) "flim" mientras el "flam" está prohibido. De esa forma, seguirá adelante con su magro y mohoso flim, y vivirá semimuerto de hambre en un depósito completamente lleno de hermoso y fresco flam. Puedes hacerlo enfermar, o incluso matarlo, si posees la suficiente habilidad para convencerlo de que el flim que acaba de comer era en realidad flam disfrazado. O puedes enloquecerlo haciéndole insinuaciones hasta que adquiera un auténtico gusto por el flam, y se conseguirá una buena provisión, la esconderá y la mordisqueará cada vez que luche con la tentación y pierda.
«Imagina en consecuencia el poder de la sensación de culpa cuando no es simplemente una cuestión de flim y flam, de ortodoxia manufacturada, lo que está violando, sino una profunda presión de alguna parte de las células de nuestro interior. Es algo tan demente y peligroso como implantar una estructura ético-culpable que impide o inhibe ceder a las necesidades del complejo vitamínico B o del potasio.
—Pero ahora estás hablando de necesidades vitales y factores de supervivencia —le interrumpió Charli.

(I) en Si todos los hombres fueran hermanos ¿dejarías que alguno se casara con tu hermana?, de Theodore Sturgeon

Publicado en Visiones Peligrosas de Harlan Ellison

Entonces tuvo que enfrentar un nuevo y terrible golpe. Charli dormía a veces en la habitación de Tyng, y otras ella lo hacía en la de él. Una mañana temprano se despertó solo, recordó un aspecto escurridizo del trabajo, se levantó y se encaminó pesadamente hacia la habitación de ella. Se dio cuenta del significado de aquel suave canturreo demasiado tarde para pasarlo por alto; y transcurrió mucho tiempo antes de que pudiera comprender su furia ante el descubrimiento de que aquella canción no le pertenecía solamente a él. Se encontró dentro del cuarto antes de poder detenerse; después salió, cegado y tembloroso.
Estaba sentado en la tierra húmeda, en el verde hueco debajo de un sauce, cuando Vorhidin lo encontró. (Nunca supo cómo lo había hallado, ni siquiera cómo se le ocurrió buscarlo.) Miraba fijamente hacia delante, y lo había hecho tanto tiempo que los globos oculares se le habían secado. Parecía gozar con la agonía. Había hundido los dedos con tanta fuerza en la tierra que sus manos estaban enterradas hasta las muñecas. Tres uñas se habían roto al doblarse hacia atrás, pero él aún seguía presionando.
Vorhidin permaneció completamente silencioso al principio, limitándose a sentarse a su lado. Esperó un tiempo que le pareció suficiente y luego pronunció suavemente el nombre del muchacho. Charli no se movió. Entonces Vorhidin le puso una mano sobre el hombro, y el resultado fue sorprendente. Charli Bux no movió nada visible, excepto los tendones de la mandíbula y la garganta, y al contacto con la mano del vexveltiano vomitó. Fue lo que clínicamente se denomina un «vómito proyectante». Empapado y manchado desde las caderas a los pies, con los ojos secos y la mirada fija, Charli permaneció sentado inmóvil. Vorhidin, que entendía lo que había sucedido y posiblemente lo había esperado, permaneció donde se encontraba, con una mano en el hombro del joven.
—¡Dilo!—gritó.
Charli Bux giró lentamente la cabeza para mirar al hombretón. Enfocó los ojos y parpadeó, luego parpadeó nuevamente. Escupió el gusto agrio de su boca y sus labios se retorcieron y temblaron.
—Dilo —repitió Vorhidin, con voz calma pero apremiante, pues sabía que Charli no había podido contener las palabras y preferido vomitar antes que pronunciarlas.
—T..., t... —Charli tuvo que escupir nuevamente—. ¡Tú! —gritó enronquecido—. ¡Tú..., su padrel —gritó al fin, y en una fracción de segundo se transformó en un derviche furioso, en un molino de viento, en un tigre aullante.
Las manos embarradas y ensangrentadas, absolutamente fuera de dominio por el exceso de furia, no llegaron a convertirse en puños. Vorhidin se agazapó en el lugar donde se encontraba y recibió los golpes sin intentar defenderse más allá de un ocasional movimiento de la cabeza para proteger sus ojos. Luego podría curar cualquier daño que los golpes pudieran causarle, pero si esos golpes no se descargaban, Charli Bux jamás se curaría. Todo siguió y siguió por un largo rato, pues algo dentro de Charli no le permitía mostrar fatiga, y probablemente ni siquiera sentirla. Cuando el último de los recursos lo abandonó, el colapso fue súbito y total. Vorhidin se arrodilló gruñendo, se puso penosamente de pie, se inclinó sobre el terrestre, salpicándolo con su sangre, lo levantó en sus brazos y lo transportó a casa.A su debido momento Vorhidin le explicó todo. Tomó largo tiempo, ya que al principio Charli no podía admitir ninguna razón, y menos de Vorhidin, y posteriormente sólo en pequeñas dosis.

viernes, junio 02, 2006

en Si todos los hombres fueran hermanos ¿dejarías que alguno se casara con tu hermana?, de Theodore Sturgeon

Publicado en Visiones Peligrosas de Harlan Ellison

Siempre me he sentido fascinado por la habilidad de la mente humana para fabricarse una verdad y luego dar un paso más (lo cual es realmente el secreto básico de todo el progreso humano), y por la incapacidad de tanta gente para aprender el truco. Un caso concreto: «Queremos hacer desaparecer toda esa basura de los quioscos y de las librerías». Pregunten por qué, y la mayoría de tales cruzados responderán simplemente: porque es «basura», y se sorprenderán de que ustedes les hagan la pregunta. Pero unos pocos darán un paso adelante: «Porque los niños pueden meter las manos en ella». Eso satisface un poco más, pero pregunten: «¿Y qué pasa si lo hacen?», y una minoría aún más pequeña pensará en ello y responderá: «Es malo para ellos». Pregunten de nuevo: «¿En qué es malo para ellos?», y un puñado puede llegar a responder: «Los excita». Para entonces la mayoría de los cruzados probablemente se habrán ido ya, pero si aún quedan un par de ellos pregúntenles: «¿En qué puede perjudicar a un niño el sentirse excitado?», y si consiguen ustedes que den un nuevo paso adelante tendrán que salirse del área de las convicciones emocionales y penetrar en el área de la investigación científica. Tales estudios están disponibles para todo el mundo, e invariablemente muestran que dichas excitaciones son por completo inocuas... De hecho, es completamente anormal que alguien no se sienta o pueda sentirse excitado. El único daño posible que puede producirse proviene no de la propia respuesta sexual sino de la actitud punitiva y de culpabilidad del entorno social..., procedente en su mayor parte de aquellos mismos que están llevando adelante la cruzada.

miércoles, mayo 24, 2006

en Crónicas del Angel Gris, de Alejandro Dolina

Manuel Mandeb solía jactarse de haber olvidado la teoría de la relatividad, cuando en verdad jamás la había conocido. En el mismo sentido, Pérez Brunetto, con fingida amargura, decía que era un escritor olvidado: jamas alcanzo semejante rango.

martes, mayo 23, 2006

Belbo y Diotallevi, en El péndulo de Foucault de Umberto Eco

"È Diotallevi," disse Belbo, e ci presentò.

"Ah, è venuto a vedere i Templari? Poverino. Senti, me ne è venuta in mente una buona: Urbanistica Tzigana."

"Bella," disse Belbo ammirato. "Io stavo pensando a Ippica Azteca."

"Sublime. Ma questa la metti nella Poziosezione o negli Adynata?"

"Adesso dobbiamo vedere," disse Belbo. Frugò nel cassetto e ne trasse dei fogli. "La Poziosezione..." Mi guardò, notando la mia curiosità. "La Poziosezione, lei m'insegna, è l'arte di tagliare il brodo. Ma no," disse a Diotallevi, "la Poziosezione non è un dipartimento, è una materia, come l'Avunculogratulazione Meccanica e la Pilocatabasi, tutti nel dipartimento di Tetrapiloctomia."

"Cos'è la tetralo..." azzardai.

"E l'arte di tagliare un capello in quattro. Questo dipartimento comprende l'insegnamento delle tecniche inutili, per esempio l'Avunculogratulazione Meccanica insegna a costruire macchine per salutare la zia. Siamo incerti se lasciare in questo dipartimento la Pilocatabasi, che è l'arte di scamparsela per un pelo, e non pare del tutto inutile. No?"

"La prego, adesso mi dica che cos'è questa storia..." implorai.

"È che Diotallevi, e io stesso, stiamo progettando una riforma del sapere. Una Facoltà di Irrilevanza Comparata, dove si studino materie inutili o impossibili. La facoltà tende a riprodurre studiosi in grado di aumentare all'infinito il numero delle materie irrilevanti."

"E quanti dipartimenti ci sono?"

"Per ora quattro, ma potrebbero già contenere tutto lo scibile. Il dipartimento di Tetrapiloctomia ha funzione preparatoria, tende ad educare al senso dell'irrilevanza. Un dipartimento importante è quello di Adynata o Impossibilia. Per esempio Urbanistica Tzigana e Ippica Azteca... L'essenza della, disciplina è la comprensione delle ragioni profonde della sua irrilevanza, e nel dipartimento di Adynata anche della sua impossibilità. Ecco pertanto Morfematica del Morse, Storia dell'Agricoltura Antartica, Storia della Pittura nell'Isola di Pasqua, Letteratura Sumera Contemporanea, Istituzioni di Docimologia Montessoriana, Filatelia AssiroBabilonese, Tecnologia della Ruota negli Imperi Precolombiani, Iconologia Braille, Fonetica del Film Muto..."

"Che ne dice di Psicologia delle folle nel Sahara?"

"Buono," disse Belbo.

"Buono," disse Diotallevi con convinzione. "Lei dovrebbe collaborare. Il giovanotto ha della stoffa, vero Jacopo?"

"Sì, l'ho capito subito. Ieri sera ha costruito dei ragionamenti stupidi con molto acume. Ma continuiamo, visto che il progetto le interessa. Che cosa avevamo messo nel dipartimento di Ossimorica, che non trovo più l'appunto?"

Diotallevi si tolse di tasca un foglietto e mi fissò con sentenziosa simpatia:

"In Ossimorica, come dice la parola stessa, conta l'autocontraddittorietà della disciplina. Ecco perché Urbanistica Tzigana secondo me dovrebbe finire qui..."

"No," disse Belbo, "solo se fosse Urbanistica Nomadica. Gli Adynata riguardano un'impossibilità empirica, l'Ossimorica una contraddizione in termini."

"Vedremo. Ma cosa avevamo messo nell'Ossimorica? Ecco, Istituzioni di Rivoluzione, Dinamica Parmenidea, Statica Eraclitea, Spartanica Sibaritica, Istituzioni di Oligarchia Popolare, Storia delle Tradizioni Innovative, Dialettica Tautologica, Eristica Booleana..."

Ormai mi sentivo sfidato a mostrare di che tempra fossi: "Posso suggerírvi una Grammatica della Devianza?"

"Bello, bello!" dissero entrambi, e si misero a prender nota.

"C'è un punto," dissi.

"Quale?"

"Se voi rendete pubblico il progetto, si presenterà un sacco di gente con pubblicazioni attendibili."

domingo, mayo 14, 2006

en Nova, de Samuel R. Delany

—Acabo de pensar una cosa —dijo—. Nueve de cada diez veces, cuando digo "hola" a alguien al pasar, o cuando la persona con quien hablo se aleja para hacer algo distinto, me paso los quince minutos siguientes repasando el incidente, preguntándome si mi sonrisa fue tomada como una familiaridad indebida, o si mi expresión sobría fue mal interpretada como frialdad. Me repito el diálogo una docena de veces, cambiando las inflexiones de la voz y tratando de extrapolar las reacciones posibles del otro...