domingo, octubre 22, 2006

en El mono desnudo de Desmond Morris

Hay ciento noventa y tres especies vivientes de simios y monos. Ciento noventa y dos de ellas están cubiertas de pelo. La excepción la constituye un mono desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de Homo sapiens. Esta rara y floreciente especie pasa una gran parte de su tiempo estudiando sus más altas motivaciones, y una cantidad de tiempo igual ignorando concienzuda- mente las fundamentales. Se muestra orgulloso de poseer el mayor cerebro de todos los primates, pero procura ocultar la circunstancia de que tiene también el mayor pene, y prefiere atribuir injustamente este honor al vigoroso gorila. Es un mono muy parlanchín, sumamente curioso y multitudinario, y ya es hora de que estudiemos su comportamiento básico.

Yo soy zoólogo, y el mono desnudo es un animal. Por consiguiente, éste es tema adecuado para mi pluma, y me niego a seguir eludiendo su examen por el simple motivo de que algunas de sus normas de comportamiento son bastante complejas y difíciles. Sírvame de excusa el hecho de que, a pesar de su gran erudición, el Homo sapiens sigue siendo un mono desnudo; al adquirir nuevos y elevados móviles, no perdió ninguno de los más viejos y prosaicos. Esto es, frecuentemente, motivo de disgusto para él; pero sus viejos impulsos le han acompañado durante millones de años, mientras que los nuevos le acompañan desde hace unos milenios como máximo... y no es fácil sacudirse rápidamente de encima la herencia genética acumulada durante todo su pasado evolutivo. Si quisiera enfrentarse con este hecho, sería un animal mucho más complejo y tendría menos preocupaciones. Tal vez en esto pueda ayudarle el zoólogo.

lunes, octubre 09, 2006

en Baudolino, de Umberto Eco

Luego los invitó a que se aco- modaran en una corona de once cojines que había hecho disponer a cinco pasos del trono, hizo que les ofrecieran burq con ciertas rosquillas dulces con un sabor algo rancio y dijo que estaba ansioso de saber por su boca, ellos que habían visitado el fabuloso Occidente, si de verdad existían acullá todas las maravillas de las que había leído en tantos y tantos libros que había tenido entre manos. Preguntó si realmente existía una tierra llamada Enotria, donde crece el árbol de donde mana la bebida que Jesús transformó en su propia sangre. Si de verdad acullá el pan no estaba aplastado y no tenía un grosor de medio dedo, sino que se inflaba milagrosamente cada mañana al canto del gallo, en forma de fruto blando y muelle bajo una corteza dorada. Si era verdad que acullá se veían iglesias construidas fuera de la roca; si el palacio del gran Preste de Roma tenía techos y vigas de madera perfumada de la legendaria ínsula de Chipre. Si ese palacio tenía puertas de piedra azul mezcladas con cuernos de la serpiente ceraste que impiden a quien pasa que introduzca veneno, y ventanas de una piedra tal que la luz pasaba a través de ella. Si en aquella misma ciudad había una gran construcción circular donde ahora los cristianos se comían a los leones y en cuya bóveda aparecían dos imitaciones perfectas del sol y la luna, del tamaño que efectivamente tienen, que recorrían su arco celeste, entre pájaros hechos por manos humanas que cantaban melodías dulcísimas. Si bajo el suelo, también él de piedra transparente, nadaban peces de piedra de las amazonas que se movían solos. Si era verdad que se llegaba a la construcción por una escalera donde, en la base de un determinado escalón había un agujero desde donde se veía pasar todo lo que sucede en el universo, todos los monstruos de las profundidades marinas, el alba y la tarde, las muchedumbres que viven en la Última Thule, una telaraña de hilos del color de la luna en el centro de una negra pirámide, los copos de una sustancia blanca y fría que caen del cielo sobre el África Tórrida en el mes de agosto, todos los desiertos de este universo, cada letra de cada hoja de cada libro, ponientes sobre el Sambatyón que parecían reflejar el color de una rosa, el tabernáculo del mundo entre dos placas relucientes que lo multiplican sin fin, extensiones de agua como lagos sin orillas, toros, tempestades, todas las hormigas que hay en la tierra, una esfera que reproduce el movimiento de las estrellas, el secreto latir del propio corazón y de las propias vísceras, y el rostro de cada uno de nosotros cuando nos transfigure la muerte...


-¿Pero quién les cuenta estas patrañas a esta gente? -se preguntaba escandalizado el Poeta, mientras Baudolino intentaba contestar con prudencia, diciendo que las maravillas del lejano Occidente eran sin duda muchas, aunque a veces la fama, que trasvuela agigantando valles y montañas, ama amplificarlas.

sábado, octubre 07, 2006

en Uno y el Universo, de Ernesto Sábato

SIMPLICIDAD DE LA MATEMÁTICA.

Existe una opinión muy generalizada según la cual la matemática es la ciencia más difícil cuando en realidad es la más simple de todas. La causa de esta paradoja reside en el hecho de que, precisamente por su simplicidad, los razonamientos matemáticos equivocados quedan a la vista. En una compleja cuestión de política o arte, hay tantos factores en juego y tantos desconocidos o inaparentes, que es muy difícil distinguir lo verdadero de lo falso. El resultado es que cualquier tonto se cree en condiciones de discutir sobre política y arte —y en verdad lo hace— mientras que mira la matemática desde una respetuosa distancia.
______________________________________________

Incluí esta cita en un comment que dejé en Homoeconómicus, acerca de si la Economía es o no es una ciencia. Pippo me halaga incluyendo ese comment como post en su interesantísimo blog.

del poema Los enemigos, de Pablo Neruda, leído ayer por Daniel Fanego ante la multitud reunida en Plaza de Mayo

Para los que de sangre salpicaron la patria,
Pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte,
Pido castigo,
Para el traidor que ascendió sobre el crimen,
Pido castigo.

Para el que dio la orden de agonía,
Pido castigo.
Para los que defendieron este crimen,
Pido castigo.

No quiero que me den la mano
Empapada con nuestra sangre.
Pido castigo.

No los quiero de embajadores,
Tampoco en su casa tranquilos,
los quiero ver juzgados,
En esta plaza, en este sitio,
Quiero castigo.